Claro, uno cree haber salido desde Atenas y acepta las causas más nobles con los mayores gestos de nobleza. Después pasa que te extraño. Que recuerdo tus ríos de tinta, que crucé con mis dedos y quisiera tenerlos, quisiera que sea mi tinta la que esté ahí, que vuelva mi mano a reconocer tus letras secretas, que sea mi boca la que pronuncie tu beso.
Oscuro, uno se ve poco libre y atado a unos valores de sindicato, pero más me gustaría correr a tus piernas, creer en la luz que robamos a las noches cerradas del humo negro del no.
Brillos, en las pupilas sumergidas que desconectadas se retraen como caracoles huérfanos, a acariciar las sombras con sus panzas, a renegar de que la telepatía está científicamente comprobada.
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