cuento del 2006-07 desestimado para el libro
Los gritos y los ojos vidriosos habían tomado la ciudad. Las manos temblorosas habían subido un 10% la caída de objetos al piso, con gran alarma en las fábricas de vajilla, que se asustan por las dudas, y es que generalmente nadie se alegra por las dudas.
Desde un gran país llegó una manada de seguros para ventanas y retrocedieron los gritos y los ojos vidriosos, las manos temblorosas volvieron a reposar sobre las faldas con una satisfacción que hubiesen aplaudido a los seguros si hubiesen hecho algo. Pronto llegaron los seguros para puerta con su acento refinado, las manos temblaron a ver su puerta tan frágil y fue tal el éxito de los seguros, que cuentos para niños como Caperucita o Los tres chanchitos fueron cambiados. No tardaron en llegar cajas eléctricas, tapas de agua, autos, bicicletas, candados, cadenas, puertas dentro de la misma casa con códigos, cortinas de baño metalizadas. Algunas voces declararon peligroso esto pero fueron acalladas por las controladas manos. Cuando se agotaron los rubros materiales empezaron a llegar seguros de riesgo, contra incendios, robos, derrumbes, inundaciones, sequía, granizo, fin del mundo, seguro de vida, seguro contra la muerte, del alma... La histeria colectiva llevó a la gente a sellas sus ventanas, sus puertas, salir por escondites.
Hasta el día que no había gritos y todos andaban con sus ojos vidriosos por la calle. Era un día agradable. Ese día se escuchó el último grito, ya imposible, tal vez alguien se martilló un dedo o lo cagó un pájaro. Pronto los gritos se sucedieron como se suceden los llantos de los bebés en una guardería. Estampidas de personas se dirigieron como las cucarachas cuando se prende la luz. El seguro final, por más de una hora se escuchaban cerraduras, selladores, pesadas cosas pegar contras las puertas ya ciegas. Nada volvería a moverse, era todo tan seguro y el sol brillaba ya para nadie.
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