En el pueblo vivía dios. Bueno, no, dios no vivía ahí sino que era el pueblo. El pueblo era dios. Bueno, no, todo el pueblo no era dios, había un grupo que no era dios, pero quería serlo. Bueno, no, no quería ser el dios que eran todos sino querían ser dios ellos solos. Entonces tomaron al que les pareció que era más dios del pueblo y lo educaron Bien. Fueron dios a través de él para el pueblo. Un dios efectivo, nada romántico, pero fuerte, omnipotente y correcto. Claro que se puede decir perfecto, pero no, perfecto para los valores del grupo ese. Un dios que fue exportable, que todos los grupos de los pueblos exaltaban y que podían contratarlo para mostrárselo a su pueblo para que vieran quién era dios y qué era lo que ese dios pedía.
Todo se encaminaba a la eternidad justo cuando le vino a crecer un dios en el pueblo de al lado. Un dios imperfecto, claro que se puede decir imperfecto si seguimos con la praxis de ese entonces. Este dios era un dios en el pueblo, un dios que parecía hecho por las partes del pueblo que había sido negadas de endiosamiento. Un dios poético, trágico, mártir, un dios pecaminoso, fuerte, omnipotente pero débil, un dios contradictorio, humano, demasiado humano.
Desde ese entonces cada uno elige uno de los dos dioses. Cuando digo cada uno es sobre todos, incluyendo los dioses que cayeron después y antes.
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