viernes, 3 de julio de 2015

soy Dios

Era el dios de todos los hombres, y los animales, y los árboles, y el universo. Todos los días se lo repetía a sí mismo. El primer día que lo dijo, la lista fue infinita. Ahora no recuerda cuando dejó de serlo. Simplemente un día no lo fue. En un momento se detuvo. Su silencio, el silencio, duró un tiempo. Después de cada silencio volvía a comenzar "el dios de todos los hombres..." etc. La idea de que los hombres finitos hicieron un vocabulario finito y por eso su lista tenía fin, fue una explicación que lo llenó de alivio. Recordó, al leerlo de mano de los hombres, que él le delegó a Adán el ponerle nombre a las bestias.

Pero en algún momento olvidó esa idea y volvió a sufrir una crisis, cuando su lista distaba cada vez más del infinito, si eso es posible. Entonces se conformó con decir: el dios de todo. Luego: el dios. Luego con mirarse en el espejo. Luego a decir "Dios". A todo le decía dios. Temía olvidar esa palabra. Una mañana al decir dios le dio miedo al palabra, empezó a temer todo lo que lo rodeaba. Entonces empezó a nombrar cada parte de ese dios distinto, para hacerlo conocido. Entonces los llamó los hombres, los animales, los árboles y el universo de dios.

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