martes, 12 de febrero de 2008

Práctica

Si se lo veía de lejos parecía uno de esos hombres que arregla todo tipo de cosas. Caminaba monótonamente casi arrastrando los pies y las manos en los bolsillos. Se detuvo al lado de la pareja que estaba en el banco, levantó la mirada, ojeó a los dos y con algo de desinterés o resignación tocó el hombro de ella.
- ¿qué hacés? – Toreó Alejandro
- ¿eh? – Dijeron a la vez Florencia y el tipo este. - ¿Ves que sos un chiflado? – Continuó Florencia sola – Ya me tenés cansada. - Alejandro no la miró, tenía la vista clavada en aquel ser que lo miraba atónito.
- No me vas a querer más – Dijo a Florencia Alejandro con voz de ultratumba – Andá si querés.
Florencia miró extrañada para todos lados y se fue apretando la cartera y el paso, lo que es algo así como la ofensa en gestos.
- Bueno, ahora no te hagas el sota
- No, esto no funciona así. – Contestó el otro hombre dubitativo.
- No seas inútil y hacé las cosas por completo.
- ¿Pero quien te crees para reclamarme? Zapallo. - Dijo saliéndose de sí, literalmente, ya que dejó todo un chatarrerío en el banco y se fue refunfuñando “má si, que lo haga otro, me dedico a guardia, caído o que se yo.”.
Alejandro pecó de curioso. Tomó algunas cosas, entre las que se encontraba una lista con direcciones que se dispuso a recorrer dado que le quedaba tarde y noche libres.
Primero café El Trébol, devenido en un comercio de ropa, “Bien, además desactualizado” se quejó. Al entrar al local una vendedora sonriente le dijo “Hola, si, ¿qué buscaba?” No supo qué responderle, la chica lo miraba entre odiándolo y agasajándolo. Le toco el hombro para sacársela de encima y salió rápido a la segunda dirección, el cine Lavalle.
De camino entró a un bar viejo, oscuro y al parecer, con clientela fija, un bar de aquellos que rompen la nueva línea de edificios. Exhausto de andar o pensar se sentó y automáticamente el mozo le puso un vaso de cerveza sin decir palabra alguna. Aburrido y curioso, combinación fatídica, empezó a tocar por el hombro a todo aquel que se encontrara en el bar.
- Es inútil pibe – Dijo el mozo desde la barra – sos nuevo ¿no?
- Si – contesto sin saber a qué cuernos se refería
- Estos tipos en nombre del olvido se forjaron recuerdos inexpugnables. Agregó mientras se arrimaba una silla.
- Entiendo.
- Como otros en nombre del amor tejen obsesiones, odios, posesiones – El mozo hacía rato que no tenía con quien hablar y menos de que hablar. En cambio Alejandro se encontraba en una soledad intensa y brutal, había sido dejado.
- ¿Usted sabe cómo funciona la lista?
- Por capricho, creo. Hay mucho charlatán en tu oficio que nombran códigos de ética, puro entretenimiento para que no cuestionen en el futuro.
- ¿Qué oficio y qué futuro?
- Les enseñan la crueldad al principio, esto –señalando la lista – es mucho más cruel, se acepta como bueno y necesario solo porque no se puede cambiar. – Le retiro el vaso de cerveza aun por la mitad y se fue detrás de la barra como a un pedestal inalcanzable.

Alejandro entró al cine sin saber que película daban, se sentó en el escenario mirando para el público. Más viejo paseo entre las butacas tocando a los que andaban solos y a ciertas parejas de esas que también andan solas. Mientras abandonaba el último intento de ver una película sobre la guerra o sobre el amor y le comía los pochoclos a una vieja, creyó ver la razón por la que estaba ahí. Dos seres tenían algo especial, distinto al resto. El cine estaba algo conmocionado ya que tres parejas habían discutido y abandonado la sala, otras a pesar de ser tocadas seguían inmutables. Él por su lado no tenía nada que hacer, Florencia claramente ya no iba a estar para él, supuso que tal vez siguiendo con este asunto entienda el problema, el mecanismo y así empezar la solución, esas ideas locas que se le ocurrieron a un serio doctor.
Alejandro los miró un rato sin decidirse por cual elegir, al final por una cuestión de cercanía eligió al pibe.
- No. Espere – Dijo susurrando el pibe – haga que ella olvide ¿sabe? Mire si se reciente después.
Alejandro quedó perplejo; no por ser visto, ya que la invisibilidad la llevaba bastante mal, sino por encontrar una reacción tan meditada cuando el había dicho “¿qué hacés?”. Sin hacer nada se dirigió hacia la salida humillado. En la puerta lo esperaban tres señores con largos levitones, no es difícil reconocer a la muerte cuando viene en patota.
- Mirá, no podes dejar los trabajos sin hacer y hacer los que se te cante – dijo uno con voz de fumador
- ¿Quiénes son? – respondió Alejandro sin creer mucho y que provocó algo donde debía haber miradas, pero no tenían capacidad de gesticular.
- ¿Qué está cursando usted?
- ¿olvido? – respondió con voz temblorosa
- Claro ¿y de qué se pretende recibir?
Ahí nomás apenas entreviendo por donde venia la cosa tiro lista y todo al carajo y salió corriendo, una mano lo sujeto por el hombro y lo detuvo un instante pero safó, quedó parado un instante e inició un paso tranquilo por la diagonal hacia la casa de Florencia.

1 comentario:

CRONOPIA dijo...

Mejorando.

Gracias!!