Dos abandonos lo acorralaron, primero el ajeno y después el propio. Así y todo nunca tiró un tiro. Volvían las mismas calles, las desembocaduras al río recorridas a una velocidad mayor, recorridas casi sobre su propia huella. La tormenta le daba a las nubes una apariencia de cubre pileta hundido además de esa energía que propicia el llanto.
Pero las nubes largaron primero, una introducción de platillos porosos y se declaró el estado de lluvia. Hay gente que no puede llorar cuando llueve por una cuestión cuasi hipodérmica. La lluvia hace las veces de uniforme rojo donde la sangre se pierde, ejercito napoleónico.
Su partida ya estaba decidida por más que no tuvo su coronario de disparos, había que echarlo ¿hacerlo? no, echarlo al mar, echarlo a las nubes ya que el cielo... Que vuelva a su planeta que tal vez en un par de años con otra chica y en otro cuerpo... pero ahora no, yo pago angustias, psicólogos y pastillas, pero que se vaya el principito o lo que sea.
Así nomas se fue dejando un par de ojos bobos y una boca suelta, cara de pescado degollado, era la vida nomá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario