martes, 2 de diciembre de 2008

Vida

Lo que se dice una vida de esfuerzos se estaba terminando y mientras la futura viuda y parientes lloraban, él poseía una mirada plácida y tranquila. Su muerte fue a las 11.23, el último estertor no pareció tal, más bien se estiró en la cama, tirando de las sabanas, sintiendo en la punta de los dedos como corría la tela fría que no había estado en contacto con el cuerpo y que el ya no calentaría más. Soltó el último aire en un bostezo casi alegre.
Por fin se despedía de esa vida de esfuerzos y ahora a des-can-zar, cerro los ojos suavemente para mejor sentir como era llevado hacia la luz sin mayor esfuerzo, como dios lo sujetaba con sus grandes manos. Una sensación mentolada y de pellizco múltiples lo sacudió por la espalda. Los ojos se abrieron espantados pero ciegos, apenas distinguía el color verdoso de los azulejos y manchas blancas que debían ser médicos ¿qué medico animal lo había resucitado? La angustia fue terrible, el aire le dolía en los pulmones, un ardor de fuego se daba en su panza, no podía más que llorar y aturdirse con su propio chirrido, luego el agua, las toallas, el calor no abarcativo.
Nunca supo en que falló, si había sido una vida de esfuerzo.

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